Francisco Arias
FRANCISCO ARIAS
(Madrid,1911-1977)
Nacido en Madrid en 1911. Descendiente de una familia de
prestigio en la artesanía de la encuadernación. Estudió en la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando. En 1936, gana el Primer Premio Nacional de Pintura, y en
1964, la Primera Medalla ganada en la Exposición Nacional. En su primera
producción abundan las figuras, sobre todo muchachas de inspiración goyesca, y
bodegones. A este período pertenece el cuadro "Botellas y vasos".
Forma parte de la "Escuela de Madrid", comienza a descubrir los
paisajes manchegos y las marinas.
Sus bodegones de excelente calidad, y los paisajes en los
que retrata los campos de Castilla como una sucesión de lomas y colinas
horizontales, dejan paso a una pintura más gris en la que los paisajes se
llenan de accidente geográficos.
"Castilla" (1957), y "Plaza de toros de
Chinchón", son claros ejemplos de su primera etapa. Ha participado en
numerosas exposiciones colectivas en Venezuela, Londres, París, Pittsburg; a
las XXV y XXVII Bienales de Venecia; a la IV bienal de Alejandria y a la II
bienal de Sao Paulo. En 1952, recibió el Premio Nacional de Pintura.
La pintura de Francisco Arias, diríamos que es "una
perseverante rebusca de los íntimos secretos de! color a través de formas cada
vez más tenues y huidizas". Francisco Arias es un pintor vivo y actual: un
pintor de nuestro tiempo. En la eterna dualídad "forma-color"~
Francisco Arias se inclina resueltamente por el segundo término. En esto se
emparenta, en verdad, con los impresionistas. Pero también con los venecianos
con el G r e c o, o con Goya. Porque no es un pintor intelectual que pinte con
arreglo a prejuicios ni esquemas mentales, sino un pintor sensual y placentero.
Su pincel no tiene tiempo de recrear y recrearse- en las formas; tiene prisa
por trasladar al lienzo los mil matices de una vibrante realidad que busca en
su paleta irisaciones, relumbres, espumas que, rehuyendo toda concreción se
modela sutilmente a través de esbozos y alusiones, Por eso, Francisco Arias ama
los escuetos paisajes castellanos, donde la Naturaleza se reduce a lo mínimo
indispensable, permitiéndole desplegar su evidente maestría colorista en raros
matices de gamas monocromas. Y eso le empuja a pintar fósiles y paisajes
submarinos en los que nácares y algas diluyen sus perfiles. Y a interpretar
esos paisajes urbanos de Madrid y Toledo en que las ciudades lejanas están a
punto de convertirse en cromáticas vedijas de niebla. En sus últimas obras
abandona resueltamente toda veleidad figurativa y se lanza, con la sola ayuda
de su sensibilidad y buen gusto, a una original creación donde los colores
existen por sí mismos y se conjugan sagazmente. Se trata, digámoslo de una vez,
de un pintor enamorado de la pintura. Debemos fijarnos, pues, con atención en
las últimas obras de Arias, tan sugestivas, con sus colores autónomos exentos
de apoyaturas formales. Arias adopta con ella, una arriesgada postura, en la
que es difícil Mantenerse sin fatigarse y sin fatigar. Pero, en todo caso,
constituye la interesantísima experiencia de un Pintor exigente, que no
descansa en la estéril satisfacción de sí mismo, sino que trata de hacer cada
vez más ancho y profundo el cauce, por donde discurre su inspiración. Y es,
también, una interesante experiencia para quienes pretendemos ser, en, lo
posible, perspicaces contempladores de su limpia, tersa, honrada pintura.
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