Aureliano de Beruete
Aureliano de Beruete y Moret
nació y falleció en Madrid (27.9.1845-5.1.1912), fue uno de los
paisajistas más destacados de la pintura española.
Nacido en el seno de una familia de la alta sociedad
madrileña, estudió leyes y se doctoró en derecho civil en 1867. Compaginó sus
estudios legales con su afición por las Bellas Artes, pues desde 1874 estudió
pintura en la Escuela de Bellas Artes junto a Carlos de Haes, y acudió al Museo
del Prado como copista. Durante un periodo fue diputado a Cortes, aunque luego
abandonó sus actividades políticas para consagrarse definitivamente a la
pintura. Además, Beruete fue un importante coleccionista de arte que atesoró en
su poder entre otras piezas el dibujo de Miguel Ángel para la "Sibila
líbica" (Nueva York, The Metropolitan Museum of Art) o "La expulsión
de los mercaderes del templo", del Greco (Nueva York, The Frick
Collection). Su hijo, con el mismo nombre y apellidos, fue un importante
crítico e historiador de arte y el primer director no artista del Museo del Prado.
Su carrera oficial y pública como pintor se inició en 1878,
cuando llevó su obra "Orillas del Manzanares" (P4050) a la Exposición
Nacional de Bellas Artes, y obtuvo con ella una tercera medalla. Más adelante
obtendría dos segundas medallas en 1901 y 1904, pues fue un frecuente expositor
en estos certámenes, y concurrió a otras exposiciones internacionales con
éxito. Así, acudió a la Universal de París de 1878 y a la de Chicago de 1893 y
fue jurado de las Universales de París de 1889 y 1900.
Todavía en 1878 viajó a París, donde el pintor Rogelio de
Egusquiza (1845-1915) le presentó a Martín Rico, quien le introdujo en los
círculos de paisajistas plenairistas y le puso en contacto con la Escuela de
Barbizon. Viajó por toda España y recorrió Europa y conoció de primera mano el
Impresionismo, contando entre sus contactos personales a pintores como Claude
Monet (1840-1926). Su dilatada obra, realizada directamente del natural, se
inspira asiduamente en los alrededores de Madrid y en especial en las cercanías
de la sierra del Guadarrama. Su plástica, sobria y realista, está arraigada en
el naturalismo velazqueño más sintético y se asocia a las ideas
regeneracionistas impulsadas por la Institución Libre de Enseñanza de Madrid.
La estrecha amistad que vinculó a Beruete con Joaquín
Sorolla, y que le llevó a organizar la exposición retrospectiva del paisajista
el mismo año de su repentina muerte en el estudio del maestro valenciano, está
bien representada en el Prado a través de los numerosos retratos que conserva
de su familia, como el del propio paisajista, "El pintor Aureliano de
Beruete" (P4646), su esposa "María Teresa Moret" (P4655), el
hijo de ambos "Aureliano de Beruete y Moret, hijo" (P7683) así como
el de la hermana del pintor María de los Ángeles Beruete, condesa viuda de
Muguiro (P7979) (G. Navarro, C. en: El siglo XIX en el Prado, Museo Nacional
del Prado, 2007, pp. 467-468).
Su retrato realizado por Joaquín Sorolla y Bastida
corresponde a la obra P04646 del Museo del Prado.
El aprendiz de río aparece en numerosas obras suyas, como
tema central de la composición. Su curso breve y divagante, que tantos y tantos
escritores han ridiculizado a lo largo de la historia, queda convertido,
gracias a su pincelada fina y suelta, en un espectáculo de colores, con todos
los matices lumínicos que dan las estaciones y las horas del día, al más puro
estilo impresionista.
En los lienzos que el artista dedicó al Manzanares, se
aprecia su manera de ver el río. Más que agua Beruete reflejó la luz de la
corriente, cuando ésta discurría libre y salvaje, sin los rigores y apreturas
de la canalización actual.
En el año 1878, pintó el cuadro “Orillas del Manzanares”,
que se conserva en el Museo del Prado. Se trata de una pintura de corte
realista, muy alejada del espíritu impresionista que define la obra posterior
del pintor. Madrid puede verse al fondo, con algunos de sus edificios más
emblemáticos siluetados, entre ellos San Francisco el Grande y su majestuosa
cúpula.
Otro cuadro que
también lleva por título “Orillas del Manzanares”, no en vano éste fue
uno de los temas más recurrentes en la carrera del artista, fue el realizado
hacia 1880 y que es propiedad de la Obra Social de Caja España. En él se
muestra al río a su paso por la Sierra de Guadarrama, probablemente en las
inmediaciones de La Pedriza.
Beruete eligió para sus composiciones lugares hasta entones
inéditos en el paisajismo español. Tuvo una especial predilección por la
periferia de Madrid y no dudó en plasmar enclaves recoletos, que no cumplían
las condiciones estéticas que, según las pautas de la época, tenía que tener un
paisaje para ser pintado. Es el caso del “Lavaderos del Manzanares” (1904), que
se exhibe en el Museo Sorolla, en Madrid.
Fueron muchos los cuadros dedicados al río: “El Manzanares
bajo el Puente de los Franceses” (1906, Colección Alberto Corral) ; varios de
dicados a las orillas del río en1907, en un momento en el que el artista, muy
influenciado por el impresionismo francés, persigue la luz de modo casi
obsesivo. Obras pertenecientes a la colección del Museo del Prado, Museo de San Telmo, de San Sebastián, ………..
La cornisa occidental madrileña fue otro de los temas preferidos de Aureliano
de Beruete. En El Manzanares (1908, Museo del Prado) aparece reflejada con
tonalidades blancas, aunque realmente el verdadero protagonista del cuadro es
el río, que ocupa más de la mitad del lienzo. El autor se sirve de él para
llevar a cabo efectistas juegos de colores, creando una magnífica escenografía
alrededor la ciudad y de sus símbolos más reconocibles. En Madrid desde el
Manzanares (1908, Museo del Prado) Aureliano de Beruete recurre al mismo
paisaje que en el cuadro anterior, con una perspectiva muy similar, ligeramente
desplazada hacia el norte. A pesar de las semejanzas, cambia radicalmente la
luz, dentro de esa preocupación del autor por captar las variaciones lumínicas
que se producen a lo largo del día y en las diferentes épocas del año. En Vista
de Madrid desde la Pradera de San Isidro (1909, Museo del Prado), el río queda
en un segundo plano. Es sólo un elemento más dentro de la sucesión de impactos
cromáticos reflejados por el artista, matizados bajo una luz tenue y sutil, tal
vez de otoño, según se desprende de las hojas marrones de los árboles situados
a la izquierda.
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